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La música de Erich Zann: Reseña
En el corazón de la historia de un estudiante yace la figura misteriosa de Erich Zann, un anciano alemán que reside en el último piso de un edificio de apartamentos barato. El estudiante, debido a restricciones económicas, se encuentra viviendo en este lugar peculiar conocido como "Rue d'Auseil". La calle, rodeada por un río, oscuros almacenes y un muro imponente, crea una atmósfera inquietante. La curiosidad del estudiante se despierta cuando descubre que Zann, un violinista mudo de una orquesta de teatro local, toca melodías extrañas por la noche.
A pesar de la naturaleza solitaria de Zann, Blandot, el propietario discapacitado, revela la identidad del anciano al estudiante. Intrigado, el estudiante se acerca a Zann una noche y le pide escuchar su música. Zann concede este deseo, pero para sorpresa del estudiante, las melodías que toca son diferentes a las que había escuchado antes. Intrigado por las melodías de la noche anterior, el estudiante tararea y silba torpemente en un intento de recrearlas. Sin embargo, la reacción de Zann es inesperada. Se vuelve visiblemente ansioso, mirando nerviosamente la ventana cubierta por cortinas. El estudiante se da cuenta pronto de que esta ventana es la única que ofrece una vista del muro al final de la misteriosa calle.
Intentando asomarse por la ventana, el estudiante es abruptamente detenido por Zann. La confusión se mezcla con la frustración mientras el estudiante lucha por comprender el comportamiento peculiar de Zann. Sin embargo, Zann, a través de la escritura, revela su verdadera naturaleza. Es un anciano solitario plagado de varias fobias y trastornos nerviosos. La frustración del estudiante se transforma en compasión y acepta mudarse a un piso inferior, ya que Zann prefiere que no escuche las melodías particulares que deseaba. Zann promete invitar al estudiante a escuchar su otra música una vez que sus arreglos de vivienda cambien. Sin embargo, cuando el estudiante se muda, las tendencias antisociales de Zann resurgen y su salud comienza a deteriorarse rápidamente, impidiendo al estudiante seguir escuchando más de sus composiciones.
Sin embargo, la curiosidad del estudiante solo se intensifica con el tiempo. Empieza a escuchar a escondidas a Zann durante sus sesiones nocturnas, cautivado por las melodías sobrenaturales que emanan de su habitación. El estudiante reconoce a Zann como un genio musical, a pesar de su inclinación hacia la soledad. Una fatídica noche, mientras escucha furtivamente afuera de la habitación de Zann, el estudiante se sobresalta por un alboroto, acompañado por los gritos agonizantes del anciano. Corriendo en su ayuda, el estudiante descubre a Zann en estado de pánico, escribiendo apresuradamente y aparentemente intentando explicar una verdad tormentosa.
En medio de la escritura frenética de Zann, un sonido escalofriante rompe el silencio, una nota baja que viene de lejos. Se extiende por el aire, interrumpiendo el manuscrito de Zann y llevándolo a un frenesí. Su música se convierte en un crescendo desesperado, y el estudiante se da cuenta de que Zann intenta mantener algo afuera o ahogar un horror inefable. Paralizado por el miedo, el estudiante presencia otro sonido, burlón y siniestro, que resuena desde fuera de la habitación. Y luego, de repente, una ráfaga feroz rompe la ventana. La habitación es invadida por un viento antinatural, apagando las velas y sumiendo a Zann y al estudiante en la oscuridad total.
Con los sentidos embotados en el vacío oscuro, el estudiante se mueve a tientas por lo desconocido, sintiendo una presencia escalofriante rozar contra él. Impulsado por la determinación de salvar a Zann, el estudiante se encuentra con el violinista, todavía tocando, pero sin vida. El shock y el horror se apoderan del corazón del estudiante al darse cuenta de la verdad: Zann está muerto, pero su cuerpo sigue emitiendo melodías inquietantes. Con una oleada de adrenalina, el estudiante huye del apartamento, consumido por el terror y desesperado por dejar atrás el vecindario. Solo más tarde se da cuenta de que afuera, el cielo permanecía tranquilo y las luces de la ciudad brillaban intensamente.
Años después, mientras el estudiante escribe los eventos de esa fatídica noche, expresa su incapacidad persistente para encontrar la Rue d'Auseil. Se le escapa, ausente de todos los mapas y desconocida para los demás. Sin embargo, a pesar de la frustración, una pizca de alivio acompaña a este conocimiento. Los papeles perdidos que podrían haber desentrañado el enigma de la música de Erich Zann permanecen para siempre fuera de su alcance. El encuentro del estudiante con lo desconocido persiste como un recuerdo inquietante, grabado para siempre en su memoria.