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En las montañas de la locura: Reseña
En "En las Montañas de la Locura", el geólogo William Dyer relata sus experiencias liderando a un grupo de académicos de la Universidad de Miskatonic en una expedición a la Antártida. El propósito de su narración es advertir contra futuras expediciones científicas a la región. Dyer revela que durante su expedición anterior, su equipo tropezó con ruinas antiguas y un sorprendente secreto oculto más allá de las imponentes montañas.
Un equipo liderado por el profesor Lake hace un descubrimiento significativo. Descubren los restos de catorce formas de vida desconocidas, que no pueden ser clasificadas como plantas o animales. Seis de las muestras están dañadas, pero las otras ocho están perfectamente conservadas. La edad de estos fósiles los sitúa mucho antes en la escala de tiempo geológico de lo esperado, lo que sugiere que las características de estas muestras no podrían haber evolucionado de forma natural. Además, algunos de los fósiles de la era del Cámbrico muestran signos de uso de herramientas para tallar muestras para alimentarse.
Cuando la expedición principal pierde contacto con el grupo de Lake, Dyer y su estudiante graduado, Danforth, deciden investigar. Lo que encuentran es una escena de devastación en el campamento de Lake, donde la mayoría de los hombres y los perros han sido brutalmente asesinados. Falta un hombre llamado Gedney y un perro. Cerca, descubren montículos de nieve en forma de estrella, cada uno conteniendo una muestra. Las formas de vida bien conservadas han desaparecido y hay signos de experimentos de disección realizados en un hombre y un perro. Se sospecha que Gedney se volvió loco y cometió estos actos macabros.
Volando sobre las montañas, Dyer y Danforth se encuentran con una antigua ciudad de piedra que parece ajena a la arquitectura humana. Estas estructuras recuerdan a criaturas de los mitos mencionadas en el libro prohibido, el Necronomicón, y se les llama los "Antiguos". Mientras exploran la ciudad, encuentran murales jeroglíficos que revelan que los Antiguos llegaron a la Tierra hace mucho tiempo, poco después de la formación de la Luna. Estos seres construyeron sus ciudades con la ayuda de "shoggoths", entidades versátiles capaces de realizar cualquier tarea y asumir cualquier forma. Se sugiere que toda la vida en la Tierra evolucionó a partir de material celular dejado por la creación de estos shoggoths.
Continuando su exploración, Dyer y Danforth conocen los conflictos de los Antiguos con otras razas alienígenas como los Semilla-Estrella de Cthulhu y los Mi-Go. Los murales también describen una degradación de la civilización de los Antiguos a medida que los shoggoths ganan independencia. Descubren indicios de un mal sin nombre que reside en una vasta cordillera más allá de la ciudad, que los Antiguos evitaban explorar. Eventualmente, cuando su propia civilización enfrentó la destrucción en una Antártida inhabitada, los Antiguos migraron a un gran océano subterráneo.
Dyer y Danforth hacen un descubrimiento impactante cuando se dan cuenta de que los Antiguos desaparecidos del grupo de Lake han vuelto a la vida y han regresado a su ciudad. Encuentran rastros de su exploración anterior, junto con los cadáveres de Gedney y su perro. Adentrándose en los túneles representados en los murales, se topan con evidencia de una lucha violenta y encuentran shoggoths. Escapan por poco de las garras de una masa oscura y burbujeante, cree que es un shoggoth, y huyen en su avión. Mientras ascienden, Danforth presencia algo que lo lleva a la locura, posiblemente el mal sin nombre mismo.
Dyer concluye que los Antiguos, sobrevivientes de una era lejana, solo atacaron al grupo de Lake por autodefensa o curiosidad científica. Fueron finalmente destruidos por los shoggoths, que ahora se alimentan de los pingüinos masivos que habitan la región. Dyer advierte enfáticamente contra futuras expediciones al sitio, advirtiendo del peligro que podrían encontrar.